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domingo, 24 de diciembre de 2017

Dicen que soy el cielo del infierno

«Je sin miedo»
Está siendo esta una noche rara, muy rara, pero lo que realmente me importa es estar bien, y lo estoy. A lo que iba: por una cadena de casualidades he llegado a ser consciente de que en todo el año no había publicado nada, ¿cómo ha podido pasárseme? Líos, y más líos y poco tiempo para pensar en otra cosa que no fueran los líos. Líos buenos, buenísimos, malos y malísimos, pero también alguno espectacular. Vamos que hubo de todo, mentiría si dijese que no ha sido un año vivido segundo a segundo. Ha sido un año totalmente espectacular; lleno de sorpresas y emociones fuertes. Un año sorprendente... Me viene de repente un momento en el que me sentía el ser más feliz del Universo, tan lleno de amor estaba, momento energético, mágico. Sí. Me imagino que sería eso a lo que le dicen «éxtasis». Ahora se me ha cruzado otro recuerdo como el peor de los peores, duró apenas un instante, pero fue un shock, ahí se quedó, pero es un incordio por un lado y por otro es divertido. Yo, que soy superultrapositivo. En fin por si acaso no pienso acumularme de deudas, anunciado queda. ¿Qué más? No sé. A veces se me va el hilo. Pues, ya, que quería escribir algo para comprobar que no se me había olvidado, y por cumplir un poco, no aparezco en todo el año, pero lo hago al final, chas. Y voy y no digo nada nuevo y me enrollo sin decir nada. Pues no, hoy hablaré del AMOR, sí, así, con mayúsculas. AMOR. Creo que ha sido, bueno aún está siendo, la palabra más repetida por mí en este 2017, el año en el que transcurría aquel guión del noventa y siete, «Lola y María se van a Finestrat», que desastre de producción, o aún estábamos en la preproducción, casi no me acuerdo bien, en fin, una cuenta pendiente que tengo con mis protagonistas Lola y María, que por cierto no cobraron. Era una historia muy sencilla simplemente ocurría en el 2017 y estábamos en el 97. Dos mujeres de 53, amiguísimas desde la infancia deciden desaparecer de sus anodinas vidas y volver al pueblo de su infancia, Por el camino, en Twingo, les iba pasando de todo, paraban cada vez que veían un toro de Osborne, o como decían ellas: «el Toro de Manuel», por su autor Manolo Prieto y tambien por los cuernos que le ponía su marido Manuel pero con otros hombres... Al final llegando a Finestrat, Lola se queda prendada de un policía que las persigue por violar a un tipo que intentó abusar de Lola y María se enamora en una gasolinera, de un gasolinero, off course!!! Un inciso, me ha venido una frase de María en la que le dice a Lola: ˝follar es de obreros, yo no follo yo siempre hago el amor.» Aun así dejan su amor al destino y llegan a su cala donde iban de chicas y tiran piedras al mar llorando por todo. La frase final de Lola era mientras miraba un canto rodado humedecido por sus lágrimas dirigiéndose con cara de niña buena, que lo era, si no fuera por la mala hostia acumulada en años: «hasta las piedras lloran niña, cómo no vamos a hacerlo nosotras.» Sonreían apartándose las lágrimas con las manos para fundirse en un abrazo que acabaría en danza india, con gritos y todo. Fin, Pues tanto quise yo esa historia que le hice una continuación: «José Antonio y Miguel Angel buscando el norte», así, sin más florituras. Corto, claro y conciso, lo dice todo el título, pues no. Un título nunca puede desvelarlo todo, no interesaría. Fijaos. José Antonio, el policía del que se había enamorado Lola, se lía con el gasolinero Miguel Ángel, el de María, en los aseos de la gasolinera. Se hacen superfollamigos, total que se van a una cala un día y es la cala de las chicas y se encuentran y se lo pasan pipa, van a cenar, a bailar y acaban en la cama en casa de María. Se quedan a pasar el resto de finde y se van todos luego a Galicia por lo que pasa esa noche. Y es un viaje sideral nocturno con todo tipo de inclemencias que les hacen permanecer en un metro cuadrado a los cuatro repartidos por tramos en los dos coches, Unas veces chicos y chicas y otras parejas. Se entiende, ¿no? Llegan allí, ¿a dónde? diréis vosotros, pues a una aldea de La Ribeira Sacra (Galicia), que es donde nació Lola porque su padre era ingeniero y trabajaba en la construcción de embalses en la época franquista, por eso el embalse de Belesar y el del Amadoiro en La Vila Ioyosa, Alicante. Allí se quedan a vivir y arregla la casa. Ahí se acaba y empieza la tercera que esa ya sólo se llama «felicidad.es», es un título multimedia, con varias lecturas, pero, ¿a qué desprende amor por los cuatro costados? No, si al final hablaré de amor y todo. Pues la última de la trilogía cuenta como se va creando una familia, muestra que hay familias diferentes, que no tiene que ser padre madre hijo, quien vive bajo un mismo techo acaba siendo familia, y los motivos para compartir techo pueden ser infinitos, en fin que me lío.
Pues que este ha sido un buen año, volví a mamarlo todo como la primera vez, ¡jesús, qué he escrito! bueno también tiene sentido, quería decir amarlo todo como la primera vez, la música, el cine, el teatro, la pintura, la literatura, la naturaleza, mi familia, mis hijos; a mí, sobretodo. 
Amar hijos míos, amad. 
Anda pero si no hablé del cielo del infierno y el infierno todavía, pues es rapidito: resulta que mi factoría alicantina (un honor a Wharhol, mi héroe) es un tanto extraña o rara, así como yo, claro, tiene dos plantas comunicada por una escalera recia revestida de madera, de iroco, muy bonita, por cierto, ambas plantas son prácticamente diáfanas las dos con ventanales al jardín, extraño jardín, también. Recuerdo a mi amiga Fabiana Boher, que ayer estuvo de cumple, por cierto, ya te felicité, así que sigo, ah sí, que la primera vez que vino a mi casa me digo: «tienes una casa muy naif», hace de eso pues para veinte años, pues me acuerdo, y me acuerdo de mi expresión, y que le insistí, «¿eso es que te gusta o no te gusta?» Y ella dijo un tímido sí con su marcado acento argentino. Ay mi Fabiana, qué mundo aquel, éramos tan jóvenes... Y lo somos, no te jode, al menos Fabiana y yo lo seguimos siendo. Oro día escribiré sobre lo que pienso de clasificar a las personas por edades. Sigo. Yo le llamo  EspacioJe, igual que la productora, la misma que monté para hacer «Lola Y M...», pero en las fiestas me gusta juguetear a las dos plantas, digo «abajo está el infierno», se accede por la planta superior. «aunque «espacioje» es todo infierno, este es el cielo del infierno». El mismo Nino Pocaterra dice de mí que soy el cielo del infierno sin saber nada de esta historia y no me percato hasta hoy, en pleno día de Navidad. Es como un cuento con música de Fangoria, por ejemplo esa espléndida canción: «fiesta en el infierno» para terminar. Y así acabo este texto bailando esta divertida explosión de alegría en el paraíso de infierno. ¿Y eso dónde es? Pues sólo diré que está en el corazón de Galicia y es la casa de reposo de espacio je y de éste que escribe. 
Gracias
©Miguel Je Diciembre 2007

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