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miércoles, 13 de julio de 2016

Los veraneantes



«Las personas tomamos decisiones todos los días,
y estas son las que nos definen»


¡¡¡«Veraneante»... !!! 
«Veraneante». Me suena a antiguo. 
Recuerdo cuando era pequeño y mi tía Flora (que por cierto se marchó con 101 años) me decía: 
—La semana que viene estarán aquí los veraneantes... 
—Están llegando ya los veraneantes... 
—Esos son veraneantes...
Ahora es una palabra que está en desuso, en todas partes se les llama «turistas», aunque es posible que todavía la sigan usando en algunos pueblos, pero por los habitantes más antiguos. A mí me resulta una palabra bonita. Hace unos años se eligió la palabra que más gustaba del castellano; se hizo un video en el que personajes reconocidos de la cultura elegían su palabra, muchos elegían «amor» o palabras relacionadas, pero menos eran los que elegían la palabra por su sonido y no por su significado. Yo elegiría «veraneante» tanto por su fonética como por su significado, e incluso por todo lo que me evoca.
Un turista puede ser veraneante, pero puede no serlo, pues los turistas pueden venir en cualquier época de año y no se deben restringir solamente a una única estación: el verano. Yo encuentro muchas más diferencias y matizaciones. Ellos vienen de «veraneo», y esto ya les condiciona para un estado perpetuo de felicidad, de altivez y una aureola de atracción. Se creen que son un deseado caramelo para los nativos, incluso si son un espanto. Se atreven a vestirse prendas que en su ciudad sólo pusieron una vez y al no triunfar arrinconaron. Ahora que son veraneantes la ven ideal. Se vuelven vagos, de repente pierden su tacañería y son capaces de invitar a cenar a un nativo al que acaban de conocer sólo porque puede proporcionarle alguna sustancia prohibida o indicarle como ir a una cala paradisíaca. Hacen amistades con facilidad, la misma con la que una vez se hayan ido las olvidarán o, lo que es peor, las rememorarán vulgarizándolas al hablar de ellas a sus verdaderos amigos en tono jocoso o despectivo. Algunas veces las ensalzan pero por pura presunción. Los nativos también los olvidamos rápidamente, pero también hay excepciones.
A día 13 de Julio, aquí ya se ha llenado de ellos, se nota en que no hay aparcamientos, se nota en que hay mucho más ruido -gritan muchísimo-, en que todo está más sucio, en que los contenedores de basura rebosan a lo largo de la acera, se nota cuando conduces porque van mirándolo todo o pendientes del navegador. En la playa porque son los más blancos o los más rojos, también porque llevan de todo y hablan todo el rato por teléfono, y por supuesto, alzando lo más posible la voz.
Los veraneantes hace años se integraban más y cuidaban un poco mejor su entorno, ahora, que se supone que hay más conciencia ecologista, tiran de todo al suelo, no recogen ni una sola colilla, hay excepciones, pero pocas. 
Por esto y por mucho más temo la llegada del verano, me siento invadido, todo me resulta más incómodo y pasear por mis parajes se convierte en una pesadilla al ver lo sucio que de repente está todo. No son conscientes de que lo que dejas un día en el monte o en ciertas playas seguirá allí al día siguiente, y al otro, y tarda mucho en desintegrarse o no se desintegra nunca y acabo por recogerlo yo. 
Puede parecer que por ser nativo no me gustan los veraneantes ni los turistas, pero no. Son todos viajeros de otras tierras que favorecen el intercambio cultural. Alguno se enamora tanto del lugar o de sus gentes que decide quedarse, esos son los que más me gustan.
Soy consciente de que reportan riqueza para la zona, pero también gastos. Sólo les pediría que no actúen como si no fueran a volver más, y piensen que estos días están aquí y deben respetar a los que viven todo el año. 
Este es ahora tu entorno así que cuídalo. 

©Miguel Je 

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