Vistas de página en total

miércoles, 9 de abril de 2014

BUSCAS, PERSIGUES Y ENCUENTRAS (8)


«La medida del amor es amar sin medida.»

SECUENCIAS 14, 15, 16, 17, 18


Antonio viaja en taxi. Su cabeza apoyada en la ventanilla, mira la ciudad, el bullicio de personas y coches... Retiro, Puerta de Alcalá, Cibeles, Gran vía, Calle  Fuencarral... Su cara relajada, fresca, iluminada, una boba sonrisa sin mostrar marfil y de vez en cuando una carcajada contenida...
—¿Me ha dicho el número 43? Dijo el taxista devolviéndole a la realidad, a la otra realidad. 
—¡Sí, sí! ¡Aquí está bien! Dijo Antonio al mirar la fila de coches que había delante, y parados. Salió del taxi después de pagarle y dejarle una generosa propina. Cuando estaba feliz se sentía espléndido para todo. 

Sin dejar de sonreír se sacó del cuello el colgante con la llave-cruz a la vez que el portero, un alegre señor de unos 50 años con barba y una amplia y bonita sonrisa, dejando a la vista una perfecta dentadura, le abría la puerta dejándole pasar. Con sus grandes ojos expresivos y cierta complicidad le espetó:
—Hoy, horas extras, ¿no?
—¡Hoy es un día perfecto para escribir! Vengo demasiado inspirado como para entretenerme a contártelo… Dijo sin ni siquiera pararse.

—¡Mañana te lo paso! Dijo ya metiéndose en el ascensor. Las puertas se cerraron, se miró al espejo y empezó a reírse a la vez que se empezaba a desabrochar las «calaveras» de la camisa. Y le dijo al espejo, a si mismo:
—Somos unos calaveras, bueno yo un fresco!!! Y volvió a reírse, esta vez una gran carcajada, mientras las puertas del ascensor se abrían y allí estaba Carmen apoyada y con una sonrisa inquisidora.
—¡Vaya susto! Y hoy ya tengo el corazón sobresaltado de por sí.
—¿Ha pasado algo? Mientras le sigue a su puerta. 
Antonio con la «cruz» en la mano dispuesto a abrir y entrar en su «castillo» se gira hacia ella e inocentemente le pregunta:
—¿Y tú no te ibas? 
—Sí, pero ya no. Abre que me meo!!!
—Con lo relajado que vengo, no me vas a estresar tú ahora. Se reía ya de oreja a oreja. Siguió a Carmen hasta el baño, ella ya estaba sentada en el retrete. Se apoyó en el marco de la puerta y mirándola se lo soltó:
—¡Me he enamorado de un cliente! No sonaba tan mal dicho con esa ternura y con esa relajación facial, corporal para ser más exactos. 
—¿Eres tonto o eres tonto? ¿No decías que el amor no te interesaba? Sufrirás, está escrito. ¿Se te han acabado las «chichifresh»? Es que me dejan un frescor adictivo. 
Antonio ya tenía un paquete de kleenex mentolados en la mano que le entregó sin dejar de reírse. Le había dado un ataque de risa, no podía parar.
—No si tú sigue partiéndote, ya me vendrás a llorar. Pongo música o hago un té. 
—Haz tú el té que quiero ponerte algo especial y sacó una cinta de cassette de su cazadora y fue al aparato de música y puso la cinta (María Callas-Ave María de Bach) de repente la estancia era otra, encendió un incienso y una vela; entonces sonó el timbre justo cuando acababa de encenderla. 
—Abro yo!!! Corriendo los apenas tres metros que la separaban de la entrada. «¿Quién es?»
—Paco, traigo unas flores!!! Carmen abrió la puerta no sin antes echar un ojo por la mirilla y volverse a Antonio y susurrarle emocionada y cómplice:
—¡Rosas rosas!
—¿Hay junta? Uhmm!!! ¿Qué se cuece aquí hoy? Dijo el portero tras el ramo de rosas.
—Sólo agua para un té, amor; no te invito corazón porque sé que tienes que trabajar... Le dijo Carmen lasciviamente mientras le sobaba el fuerte pecho.
—Carmen, cariño, cuando me pidas que te traiga un gramito te diré que no puedo, que estoy trabajando.
—Venga Paco, pasa y siéntate, dejaos de «escupitajos», dame que las pongo en agua... ¿No traen tarjeta? Dice Antonio con una voz extrañamente relajada y pausada.
—Sí, te la leo...
—Oye, te doy eh, que la lea Carmen. Yo las he ganado, tú las has traído, es normal que ella la lea. Dásela!!! Carmen se la arrancó y leyó:
—«De sol a sol. Dorado atardecer que presagias la noche, esa noche que me trae la oscuridad donde se quedaron fijos tantos momentos. Oscuridad en penumbra que acompaña mi soledad haciéndome sentir que todavía sigues aquí. Me sumerjo en esa misma oscuridad que juntos vivimos esta noche de tiernas miradas en la que nuestro sentimiento venció al tiempo. Han pasado unas horas desde que nos hemos despedido pero nosotros seguimos juntos allí o aquí entrelazados los cuerpos viajando por los senderos del placer sembrando un yo soy que broto un estoy en tí. Besos al vacío. Rafael.»*
—RA FA EL, qué gracia como el cantante, me quedo muerta, ay qué bonito!!! Yo quiero uno así, voy a meterme puta ya mismo!!! Pero Paco!!! ¿Eso son lágrimas? Carmen se quedó ojiplática.
—¡Es tan bonito! Yo también voy a tirarme a la calle. Alcanzó a balbucear Paco.
—Voy a por Champagne francés para celebrarlo!!! Fiesta, fiesta, hoy fiesta!!! Y salió como volando. Antonio se quedó a solas con el portero, se miraron y se abrazaron entre sollozos, Paco lloraba más alto y le abrazaba fuerte escondiendo su cabeza en el hombro de Antonio.
—¡Suéltame! Dijo susurrándole con mucha ternura. No he dejado de quererte. Le cogió las manos: «Paco, eres un cielo y siempre seremos amigos pero me he enamorado y contra eso... ¿Qué puedo hacer? No vamos a dejar de vernos, además vivimos juntos.»
—¡Pero no volveremos a dormirnos juntos...! Echándose de nuevo a llorar.
—Sí, hoy mismo te dormirás sobre mi pecho, eres mi único amigo real. Además hoy no pienso salir, tengo que estudiar ese papelito, que en unos días empiezan los ensayos, y quiero no defraudarle a tu amigo. Tiró de su mano y le llevó a la cama pidiéndole que se sentara dando una palmada en el colchón. Juntos, sentados, Antonio pasó su brazo por los hombros de Paco y apoyó su cabeza en la suya antes de besársela. Así les sorprendió Carmen.
—Me lo imaginaba!!! Pero qué lista soy!!! Chicos estáis como cabras… ¿Un porrito? Me han traído una «maría» riquísima. Venga las copas…
Brindando por el futuro impreciso se pierden entre humo de incienso y marihuana, se abrazan tres solitarios, tres comodines de tres barajas que a veces se mezclan. Carmen besa en los labios a Antonio, Antonio a Paco y Paco a Carmen.

*Gracias a mi Salvador por sus frases regaladas, por ser mi inspiración y el motor que me ha hecho retomar esta historia.

¿Continuará?

©Miguel Je 2014