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lunes, 23 de enero de 2012

INSOMNIO POR NAVIDAD



 «Las personas tomamos decisiones todos los días y estas son las que nos definen.»

 ¿Por qué hay noches como la de hoy en las que me siento intranquilo, nervioso, impaciente y con la sensación de alegría correteándome por el cuerpo? No quiero pensar que estoy a punto de sufrir un nuevo brote de bipolaridad, no o sí, son divertidos, pero también traumáticos. Me había prometido que la próxima vez que sufriera uno lo iba a contar diariamente y por si acaso aquí estoy, a las 4:17 AM tecleando mis sentimientos y sobre todo las sensaciones. Suena una música celestial, es Mozart, son sus últimas sinfonías, y es, si no me equivoco, el último CD recién adquirido. Por el día estuve muy atareado con las tarjetas navideñas, total sólo he enviado tres; pero será por la alegría que me produce el descubrirme de repente con ganas de comunicarme o más bien el tener algo que contar aunque sea el desear Feliz Navidad. 

Últimamente me quedo tiempo pensando en el hecho de contar con un único amigo que da la casualidad que también es mi pareja, así que de repente tener a alguien con quien sentir la confianza necesaria como para expresarle mis deseos, pues me satisface, ¡qué queréis qué os diga! He hecho una pausa... Recuerdo ahora, y me hace sonreír, cuando decía “lila pause”, estirando lo más posible la “u”. Una pausa para cambiar la música, el CD de Mozart había llegado al fin y necesito ambientillo, por cierto encenderé una vela. Hecho, y ¿ahora qué? Encenderé otra, una roja y la otra amarilla y además antimosquitos. Me pierdo un poco mirando las paredes llenas de cuadros; frente a mí, justo detrás de la pantalla del Mac, está “Mi-sol”, una abstracta cara de gato persa mirándome con sus grandes ojos desde un Mediterráneo transparente. Lo pinté yo mismo en el 98 con un doble sentido, uno dedicado a mi gato persa Sol, aquel que desapareció por los tejados de la calle Ballesta en Madrid, posiblemente un año más tarde, y el otro a mi adorado Sol, estrella, por eso también el nombre del gato, en honor a mi astro y su color dorado y la época por la que yo estaba pasando, pues tenía cierta predilección por ese maravilloso color. Ahora, de repente pienso que ya son las 5:01 AM y he escrito 19 lineas, je, je. A mi izquierda tengo la foto de mi Navidad, aquella que hice hará cosa de un mes un atardecer que salíamos con Dean y nos sorprendió un majestuoso arco iris, volví, cogí la cámara de fotos y casi corriendo nos fuimos a nuestro mirador favorito, clic, y ahí está ese rayo multicolor saliendo del cielo atravesando nubes para perderse entre el mar y una palmera, todo eso y un atardecer sobre un pueblecito y el verdor del campo. Pues esta imagen que yo vi esa tarde la verán más personas que no estaban allí ese día porque es la imagen de las tarjetas que envié y todavía enviaré esta Navidad. Tiene gracia. Unas pocas personas van a ser partícipes del momento más especial que tuve este año a punto de terminarse. Para el que quiera leer entre lineas tiene todo un material. Yo descubro inmediatamente que transmite que en ese pequeño mundo que es este mío pasan cosas que contemplo y disfruto. 

¿Por qué fabricar yo mismo una tarjeta cuando sería más fácil comprarlas hechas? Quizá por regalar algo de mí, el compartir algo íntimo con alguien a quien quiero, en definitiva la necesidad de dar algo más. En  el fondo actúo para epatar al destinatario lo suficiente como para que se sienta en la necesidad de responder a mi detalle con otro semejante. Eso es, un medio para saber de alguien. Todo esto no deja de ser una tontería pues casi nunca me ha funcionado y esta vez pienso que quizás, pero verás como no. Bueno de momento siempre hay una persona que no falla que es mi hermana mayor. Con el cariño y la ilusión que pongo cuando las estoy haciendo, y luego escribiéndolas, incluso el esmero en que los sobres queden bonitos, yo disfruto de todo este proceso. ¡Bingo! Estoy apreciando las pequeñas cosas de la vida de nuevo.

sábado, 7 de enero de 2012

ELEGIR EL FUTURO



«Si soy capaz de reforzar los acontecimientos positivos
alimentaré el imán mental para atraer otros del mismo signo.»
 
  Recuerdo la sensación de bienestar que me produjo la primera vez que entré en un ático vacío y nuevo, allá por el año 1992; creo que me pasé toda una mañana recorriendo y examinando minuciosamente aquella estancia para luego sentarme sobre el suelo de madera clara, inmaculadamente brillante, inmerso en el placer que me producía estar, por fin, en el que sería mi verdadero primer hogar. Mi imaginación volaba.  Impregnado del característico olor que desprenden los pisos sin estrenar supe que aquella sí era la casa en la que podíamos comenzar a vivir el futuro que desde muy pequeño soñaba. La imaginación actúa como un bumerán que siempre vuelve cuando no da en el blanco.

  Ahora cierro los ojos y pienso en una habitación blanca y vacía en la que me sitúo en el centro para dejarme caer lentamente adormecido en sueños agotadores de los que despertaré sudoroso para descubrir que la habitación ya no está inmaculada, es una casa vivida. En este momento todo me resulta demasiado intenso, la estancia está excesivamente llena y tanta vida me ha dejado exhausto. ¡Es que son treinta y ocho años!

 Sé que es un sentimiento pasajero, en otros momentos convivir con el pasado rozándome a cada instante me producía hasta placer, ahora me produce asfixia. No puedo enamorarme de una pintura nueva porque no tengo espacio para colgarla. Esto es en esencia, creo, la causa de mi dolor: el miedo a no tener espacio en mi corazón para vivir nuevas sensaciones. Me viene a la memoria el dicho popular que dice que  «el casado casa quiere», pienso que es verdad.

  Este es mi presente, una transición en la que sedimentar todo lo vivido hasta ahora para luego despegarme de él. El futuro se elige desde el presente, cada amanecer yo despierto a un nuevo día al que debería esperar con confianza y con la seguridad de que será lo mejor que tenga que ser. Así que el futuro  deberá elegirse como una proyección de la confianza y de la seguridad. Pensemos que la realidad es una sustancia dúctil que corresponde a lo que se crea en la mente.

  En mi futuro quiero orden, equilibrio y serenidad; si lo que uno necesita puede conseguirlo, cuanto antes se empiece mejor. Si lo que quiero es orden debo empezar a ponerlo a mi alrededor y en eso estoy, la casa limpia y ordenada, dieta y costumbres equilibradas. Empezando por cambiar lo más sencillo llegaremos a obtener nuestras metas. No hay que tener prisa, todo deseo requiere su tiempo para hacerlo realidad y además se ha de dar el momento oportuno.

 Estoy seguro de querer volver a Madrid pero sólo lo haré en determinadas condiciones. ¿Por qué quiero volver a la gran ciudad donde me pasaron tantas desgracias? En primer lugar porque quiero seguir aprendiendo, aquí me siento demasiado aislado del mundo, en su momento esto era lo que necesitaba pero ahora me siento recuperado. En segundo lugar porque necesito crear un hogar con Manuel en el que cada uno tenga su espacio, un hogar que sea de los dos. Es quizás la necesidad de construirlo desde el principio y los dos queremos aventurarnos en un proyecto común. Hay más motivos, como puede ser mi cabezonería por insistir en vivir en la que siempre será nuestra ciudad porque allí nos conocimos y de la que ambos tuvimos que irnos para rehacernos y poder seguir viviendo nuestro amor, o mi deseo antiguo de estudiar interpretación o incluso por estar más cerca de Galicia...

  Aún nos sentimos demasiado jóvenes para vivir como jubilados en Benidorm. Si somos capaces de desear un futuro también tenemos que serlo de elegir qué futuro queremos y caminar hacia él con alegría de vivir. Nos conocimos en un momento en el que ambos la habíamos perdido y poco a poco la hemos ido recuperando.

 Si hay algo realmente imprescindible para elegir un futuro ese algo es  “alegría de vivir”, y esta se tiene o no se tiene, no es algo que se pueda conseguir con dinero pero sí que se puede trabajar para tenerla y a veces simplemente aparece, como el amor.
 ©Miguel Je 2010