Vistas de página en total

viernes, 30 de agosto de 2013

JOSITO ERA UN HOMBRE ENCANTADOR Y A VECES UN ÁNGEL BUENO



«Quiero ser el único que te muerda la boca...»

A Josito le encontré una madrugada de primavera. Esa tarde había roto con mi pareja con la que llevaba unos cuatro años y me encontraba descolocado. Actué de una manera demasiado tópica: discutes con tu pareja, rompes con ella y te vas a emborrachar, sin importarte en como pueda acabar la noche... A oscuras, ciego de piñas coladas y con el fuego de un «dragón» expandiéndose desde mi lengua, me dejé guiar por el instinto y por el tacto, hasta que mis manos acariciaron su cara...
—¡Tú sí!
Con su cara todavía entre mis manos le hice pasar una última prueba acercando mis labios a los suyos para besarle. Saltaron chispas y nos mantuvimos unidos, rodeados por cuerpos desnudos en la oscuridad de la sauna, a las tantas de la noche, seguramente a punto de amanecer. Ya de día cruzábamos la Gran Vía cogidos de la mano, mirándonos sonrientes y con ganas de tumbarnos abrazados en una cama. Al mirarle me pregunté si no vería mejor en la oscuridad que a plena luz. Había encontrado un Ángel justo después de haberme desecho de un demonio.

Fuimos amantes durante años, amigos para siempre, pero nunca conseguimos establecer una relación de pareja, quizás éramos demasiado iguales, a pesar de intentarlo alguna vez y planificarlo unas cuantas.
Josito era dos años mayor que yo, ambos habíamos crecido sin padre al ser criados por una tía... Nos sentíamos como dos adolescentes que se enamoran por primera vez, y actuábamos encima como tales. Pasábamos los fines de semana en su casa y el resto de los días nos veíamos unos minutos; yo trabajaba en el CSIC por las mañanas, por la tarde tenía clases y a las ocho entraba de camarero en un pub, «Trappola», al final de Serrano, que se llenaba cada noche de niños pijos enloquecidos por la música de grupos ñoños españoles, como los «Hombres G». Los viernes y sábados venía a última hora, se incorporaba al grupo de mis locas amigas: Lola, Teresa, Paloma y Gala, pero se le notaba incómodo, no le gustaba que nos separara una barra. Cuando por fin salíamos, ya metidos en su «panda» negro, -por cierto, coche con el que aprendí a conducir en Galicia en nuestras primeras vacaciones juntos, cuyo destino final era Lisboa, y lo fue, pero mucho más fugaz de lo esperado-, me daba un beso con sorpresa, una pastillita que mordíamos a la vez, quedándonos cada uno con la mitad, y nos íbamos al centro, a una disco de Callao a bailar como posesos. El domingo, que ambos estábamos libres, nos íbamos al Reina Sofía, al Tyssen, al rastro o a algún rodaje, luego el aperitivo por la Latina, comer en algún restaurante de Chueca y por la tarde, de cine. Luego a casa a ver la TV o a leer. A los dos nos gustaba escribir, leer, él me escribía cartas, poemas, me hacía canciones, era todo un hombre encantador, demasiado perfecto para ser real, pero sí lo era. A veces le daba el punto y se ponía a pintar, salían de sus dedos pinturas magníficas. Un día dijo que quería pintarme, o fui yo, el que dije que quería tener un retrato como la maja de Goya, no recuerdo bien, posiblemente haya sido una mezcla de ambos. Y lo hizo, pero nunca llegó a rematarlo, un día que me enfadé me lo llevé todavía con la cara sin definir; decidí que me gustaba así.
Nos gustaba jugar, juegos que nosotros mismos nos inventábamos… Ah, Ah, extraños juegos... Jugábamos a crear guiones, que interpretábamos al tiempo que íbamos improvisando, sin necesidad de llegar a escribirlos. Relatábamos en voz alta lo que íbamos haciendo...
— «Y él le dijo...» 
— «A lo que ella respondió...» 
Correteábamos por la casa a carcajadas por nuestras ocurrentes frases. Sus compañeros de piso nos miraban alucinados, pensaban que Josito se había vuelto loco y que yo ya venía así, no les parecía una buena influencia, por lo que no les hacía gracia mi presencia. Se conocían de Málaga, Cipri había sido su novio y andaba desconcertado por su inesperado ataque de celos y por tanto demasiado ocupado en no coincidir con nosotros. Se ponía muy tenso cuando nos cruzábamos. Por otro lado le notaba triste, sería que se había dado cuenta de que Josito se le iba para siempre. En cambio el otro: «mariconita express», era todo excesivo en él, incluso la envidia por vernos enamorados, nos hacía la vida incómoda, siempre siguiéndonos allá donde íbamos... ¡Qué pesado, ay que pesado! Al final la situación se hizo insostenible y Josito se convenció por fin de que era hora de independizarse y cambiamos el enorme ático por un estudio en alquiler en la plaza de los Mostenses. Tenía un balconcito que daba a la plaza, muy soleado. Pusimos una mesa y dos sillas, y ya tuvimos terraza de verano; unas cuantas plantas y aquello era un paraíso. Lo del apartamento fue para mí una sorpresa, pues estaba ya harto de decírselo y de repente un día me llevo a ver apartamentos, hasta que ese nos encantó a los dos. Pero aún así no me fui a vivir a él, pues ya habíamos hecho el famoso viaje en espiral -Madrid, Galicia , Lisboa, Madrid- y yo ya había descubierto el mucho daño que podíamos hacernos. Le di largas, pero fuimos alimentando otro sueño, otro plan... Queríamos marcharnos a vivir a Londres en cuanto acabara yo mi curso y él terminara su contrato en una empresa de publicidad y diseño gráfico. Josito allí se dedicaba a hacer los carteles de películas, casi todas españolas, gracias a eso íbamos a todos los estrenos y fiestas que eran compatibles con nuestro trabajo. Salíamos muchísimo, realmente lo pasábamos genial.
Hay viajes que quedarán para siempre, como el que hicimos al monasterio de Piedra, a Galicia, a Lisboa por toda la costa desde Vigo,  o cuando cogí un autobús a las doce de la noche para ir a verle a Málaga... Boom, boom, se me acelera el corazón... Pero también hay viajes que nunca hicimos, o alguno que hicimos por separado. Hay planes que ejecutamos y otros con los que no pudimos. Por ejemplo yo sí me fui a Londres, un día harto de esperarle desaparecí. Pensé que si me echaba de menos se atrevería a empezar desde cero conmigo, en otra ciudad, en otro país. Me echó de menos, vaya si lo hizo, a las dos semanas de estar allí recibí una carta con un único folio, este era su contenido:

«Quiero compartir mi vida contigo
sentir las horas y los minutos, contigo
viajar en el día y entrar en la noche contigo
cerrar los ojos y despertar a tu lado, contigo.

Quiero hacer planes y deshacerlos, contigo
comprar comida y cocinar contigo,
leer un libro y escribirlo contigo
pintar, pasear, tener esperanzas, contigo.

Quiero sentarme en silencio, contío
hasta escuchar nuestros silencios, contigo
y reírnos hasta llorar contigo
caminar y viajar juntos, contigo
descubrir paisajes y cosas nuevas contigo
que nos caiga el sol y la lluvia contigo

Quiero vivir, simplemente, contigo
sin más propósito que vivir contigo
hasta aburrirnos de vivir, pero contigo»

Me emociono al volver a leerlo, de hecho fue una canción que tiempo después me cantó. Pero en el momento de leerla en mi habitación de la casa de los Willson, en Ealling, me dio mucha pena. Ya no había marcha atrás, yo ya había pasado los quince días reglamentarios de safari emocional para olvidarle y ya estaba de nuevo enamorado de otro Ángel encantador.
(c)Miguel Je 2011

sábado, 24 de agosto de 2013

SUEÑO Y REALIDAD




«Tanto esfuerzo para olvidar sólo sirve para recordar mejor.»
La noche se ha hecho real, no quiero saber ni siquiera quien soy, acabo de volver, abro los ojos, y una pantalla de ordenador me pide que escriba. Mis dedos ejecutan movimientos y la pantalla blanca se va cubriendo de hormigas... Mi mirada desenfocada se pierde en una y entiendo el significado.
No sé si eran buenas otras épocas, no sé ni siquiera porqué me fui, ni en que momento me perdí. Sólo conozco el presente, del pasado tengo vagos recuerdos. Abro una carpeta, es una pista de MP3, comienza una música. Parecería una pieza de jazz de no ser por el rumor del mar. Acaba esa pieza y empieza otra de corte clásico, reconozco inmediatamente la melodía pero no la canta Sinatra, son dos voces: la de una mujer y la un hombre. Cantan en inglés, es una canción de amor. Vuelvo la cabeza y veo un perro negro jugando con un gato blanco a los pies de un hombre que lee un libro. Dejan de jugar, el gato se pierde y el perro viene hacia mí. Me mira mendigándome una caricia... Le llamo por su nombre y él se pone a beber. La gata sale de su escondite interrumpiéndole, Dean deja de beber para correr tras de Sol, inician una vez más su eterno juego. Otra canción, parece un tango. En efecto, uno moderno, casi podría ser un rap. Es la revancha del tango. Tecleo al ritmo del bajo. Me paro y pienso, dónde estaré, qué paisaje veré si traspaso aquella puerta.
Suena un teléfono. Abres los ojos a otra realidad, una voz que reconozco y me da buenas vibraciones. Sonrío, no es la primera vez. Esta voz de mujer madura, sexy, seductivamente interesante, me anima a salir a cenar, una reunión para estar principalmente juntos. La cena es una excusa. ¿Necesitamos inventarnos motivos para reunirnos?
Repite ladrido el perro negro, reparo en la falta de agua, no tendré más remedio que levantarme y ver otra realidad ya. Acciono hacia arriba la palanca y sale un chorro de agua que corto cuando considero suficientemente lleno el recipiente azul del que bebe Dean.
Vuelvo frente a la pantalla del «Mac», es ya otro día... Hoy es lunes y pasa del mediodía. Recuerdo de repente el último sueño. Estaba en una habitación oscura, tenía la certeza de estar en mitad de una noche de perros, oía como la lluvia golpeaba en los cristales de la puerta que daba al balcón. Los pequeños cipreses se mecían con extremo ímpetu, pareciera que desearan levantar el vuelo. Una voz interrumpió mi placentera contemplación:
—«¿Estás despierto?» Y desperté. Abrí los ojos, ya no era la misma estancia del sueño, los cerré fuertemente deseando volver a contemplar los cipreses con el temor de que hubiesen iniciado el vuelo sin mí. Y volví, ahora me paseaba por la estancia con cuidado de no pisar a Dean. Me aproximé a la mesa blanca de estudio y palpando entre papeles encontré el tabaco que buscaba;  miré hacia el balconcito y reconocí cuatro macetas, eran las mismas en las que vivían los cuatro cipreses pero ahora contenían geranios en floración. Pensé en lo mucho que me gustaría tener unos cipreses que se dejaran mecer por el viento.
—«Mañana remodelaré el balconcito», me dije mientras encendía un «Fortuna».
¿Se sueña de la misma manera con el pasado que con el futuro? Los geranios existieron lo mismo que los cipreses pero ahora sólo puedo verlos si cierro los ojos; curiosa paradoja. Ahora soy consciente de que algunos entes sólo puedo verlos cerrando mis párpados.
Una calada del cigarrillo y expulso el humo, lo devuelvo inconscientemente al cenicero fijándome en que se trata de uno de elaboración propia. Una sensación de vacío se instala en la boca de mi estómago; o no es un cigarro al uso o todavía no he comido, pueden darse los dos hechos a la vez... Se cierran mis párpados sin querer remediarlo. Me veo a mí mismo elaborando uno de mis particulares cigarrillos, el sol del mediodía me calienta el lado izquierdo del cuerpo. Miro mis pies dentro todavía de unas viejas zapatillas de felpa que un día fueron blancas, unas iniciales doradas bordadas: «H D». Son un recuerdo de unas vacaciones en Barcelona con Nacho, mi padre, mi amante, mi abogado, mi amigo. Las zapatillas perduran, pero Nacho se ha ido. Es mi segundo amor que se va, qué yo sepa, y de los dos tuve que enterarme por la prensa. Ay mi Moncusí, mi peluquero, y el de tantas «estrellas», era tan bueno como peluquero como lo fue como amante, pero yo no le di un «Goya» pero sí unos pocos años de mi vida, la academia sí que se lo dio. Recuerdo ese día en el Palacio de Congresos, yo me bajé del taxi, apenas unas cuantas personas en la puerta, llegaba tarde, antes siempre llegaba tarde, en Madrid lo difícil era llegar puntual, allí estaba esperándome. Me echó una bronca!!! Dio igual, he seguido llegando tarde siempre, aunque sólo fueran cinco minutos, pero tarde a fin de cuentas. La gala iba pasando, mis primeros «Goyas», un joven de provincias y tan normal, todo era normal; años viendo a personas por televisión, algunas a las que adoraba y allí estaba yo entre ellos, sin ni siquiera sorprenderme, sólo me preocupaba que a Jesús  se le pasase el enfado, le daba con mi rodilla a su rodilla, pero nada, que no me miraba, él no quería ni mirarme, prefería hacer los comentarios con su estúpido ayudante, que por cierto venía excesivamente altivo y «rococó», yo no le caía bien, él a mí tampoco. Menos mal que a mi lado se había sentado Gregorio, era tan encantador, años llevaban trabajando juntos, eran un tándem; como el premio al que optaban: maquillaje y peluquería. Gregorio me dijo - era listo-, con mucha ternura: —Ni caso, está atacado, en media hora ni se acuerda. Estás guapísimo.... el tío de barba no deja de mirarte, ¿le conoces? Y no, no le conocía pero efectivamente me miraba a mí. Estaba con una elegante mujer y él llevaba esmoquin, me sonrió… Bueno, luego Jesús me preguntó algo como si no hubiese pasado nada. Gregorio tenía razón. Era un cielo de amigo, tan sabio y cariñoso como una abuela. Y sí, les dieron el premio a los dos, y se lo merecían. Había sido la película del año, pero su director no estaba aunque sí todas sus chicas. En las copas posteriores, mientras les hacían fotos, nos hacían fotos, los artistas y premiados posaban yo no, yo me fui quedando al margen y me salvó el director de una galería de la que no recuerdo su nombre, ni el de él -casi sólo recuerdo el nombre de las personas a las que amé, por muy breve que fuera ese amor: cuando amo a alguien nunca dejo de hacerlo-, en fin, que como siempre hablo de una cosa y termino hablando de otra. Me centro, pero,  ¿de qué hablaba? Ah, sí!!! De Nacho, pues mientras hablaba con el dandi aquel, tan refinado, se me acerca el hombre de barba, grande de presencia y de cuerpo, con una amplia sonrisa, los ojos cansados y una voz profunda (un día le dije que podría ser actor de doblaje), va y nos suelta: —«Esto es lo mejor de los premios: las copas de después… ¿A dónde vais a ir? Seguro que necesitaréis un abogado…» Y nos da una tarjeta. El otro empezó a coquetear: —«¿Y por qué vamos a necesitar un abogado?» Él esperaba esa pregunta, pero no mi comentario pisando casi la pregunta del repipi galerista: —«Pues la verdad es que llevo días buscando un abogado, te llamaré. Soy Miguel Je» Y la di la mano, pero él me dio dos besos…  Ay Nacho, Nacho, qué bien lo hemos pasado!!! 
Recuerdos y más recuerdos; todos con la misma intención de atrapar momentos para siempre. Soy un coleccionista de buenos momentos. Los persigo, los planifico, me los invento y cuando lo consigo rescato algún objeto, otras veces hago fotos que algún día miro y me digo:—«¡Aquí era feliz!».
La bipolaridad aceptada me hace ser así, acumulo recuerdos de los buenos momentos porque sé que no durarán, así cuando entro en el «bajón» sé que también terminará.
(c) Miguel Je 2013

jueves, 22 de agosto de 2013

MI PRIMER ÁNGEL VUELVE A MI VIDA: «CHARO»




«Puede ser que nos veamos otra vez con la misma mirada pero con 
otros ojos.»






Hoy he recibido este email de regalo de cumpleaños:





Regalo para ti en pequeños fascículos


Siempre he tenido miedo a vivir y miedo a morir, bueno, no siempre, desde que faltó mi padre vivía con esa sensación hasta que en mi vida apareció el regalo mas preciado del mundo, Asier, que significa el principio, el principio de empequeñecer mis miedos, el principio de ver la vida distinta, el principio de saber ver un paisaje, el principio de mirar al mar y darme cuenta de que no somos nada. Asier es el principio de disfrutar mi vida, como sea, como vaya siendo. Tengo ya 48 años, miro hacia atras y pienso que he recorrido un gran camino, otras veces pienso aterrorizada como puedo tener ya 48 años si todavia hoy por la mañana era una niña. Eso me imagino que se debe a que la mente guarda recuerdos de una forma tan forjada y cercana que te parece mentira que entre ese momento y el actual haya podido pasar algo más, y sí, a veces; han pasado 40 años. Soy hija de un camionero y una auxiliar de clínica, creo que estoy muy orgullosa de ello, sobre todo al añadir que me padre murió trabajando con 33 años, por y para sus hijas: Charo y Laura. Recuerdo de mi infancia, antes de morir mi padre (porque luego la infancia se fué al carajo) que a mi padre le encantaba escuchar a Nino Bravo y a Cecilia, afición que luego cogí yo, y que hoy en dia mi hijo me dice eso de -"esa canción de Nino Bravo de Libre no esta nada mal" para venir de un hijo que escucha hip-hop o es un forofo del Reegae no está mal. Con mi madre ibamos a casa de mis abuelos paternos que residian en mi misma calle, mi abuelo era camionero, pero no como mi padre, era el tipico camionero malhablado, pero era un buen abuelo. En su casa recuerdo las navidades juntos y el sabor de un pollo que comimos en una nochebuena que estaba riquísimo, aún es hoy cuando se comenta "la comida no sabe como la de antes "yo siempre hago alusión al pollo de mi abuela. Eramos dos hermanas, yo de Laura me celaba hasta extremos insospechados, siempre gustaban mas sus cosas, yo queria superarla pero nada, ella era la que se llevaba todos los piropos de la familia, con los años entendí porque, yo era un auténtico coñazo, ponía pegas a todo, no me reía ni de coñas, las relaciones públicas se me daban mal y hablaba poco o nada con la gente, saludar me costaba un huevo y protestar por todo era mi juego favorito. Era feliz jugando con la muñeca «NANCY», siempre pensaba lo aburrida que era la vida de una madre sin poder jugar con las muñecas, poco a poco me fui olvidando de ellas, pero en un momento de mi vida fueron mis mejores amigas, con ellas si que hablaba y me reia. Recuerdo siempre a mi padre en el pasillo de la cocina, empapelándola y pintándola, tenia los pelos de la nariz todos blancos, para el su «chichí» tambien era Laura, decían que como era asmática la mimaban más, pero no es así, era un cielo de niña, saludaba a todo el mundo por la calle, se reia por todo, ya con un año y poco hablaba y yo tarde algo asi como hasta los tres años. Los sabados bajabamos mis padres y mi hermana al centro nuestro gran lujo, ibamos a Munín a tomar jamón serrano o a Bonilla a tomar un chocolate con churros, era la mayor felicidad del mundo, era nuestra forma de "alternar" como los ricos, bueno, también todos los años papa nos llevaba a Guitiriz, hoy en dia esta muy cerca de Coruña pero de aquellas yo creo que hasta me metía en el camastro de la cabina del camión a dormir, allí parabamos en una casa que alquilaban por habitaciones donde dormíamos en una cama mis padres y en otra Laura y yo, íbamos todos los días a coger las aguas, a un río en el que yo no me bañaba porque había bichos y a una piscina que debía de tener tanto cloro que aún recuerdo su olor peculiar. En esa casa tenían gallinas y a mi se me daba por acorralarlas y asustarlas, mira tú por lo que se me daba, allí, al lado de la casa había un campo de hierba y recogíamos tréboles, nunca recordaba si los de la suerte eran de tres o cuatro hojas, no lo se ni hoy, el caso es que yo para llamar la atención sacaba alguna hoja para que mi padre se enorgulleciese de mí, no había tu tía, no colaba y aún y encima me reñía por hacer trampas. En esos veraneos recuerdo que cogí mi primera depresión, mi rollo era pensar que pasaria cuando nos muriesemos todos, adonde íbamos, y todo esto me sucedió por ver a dos ancianos en un chale, yo le comenté a él: -"mira papá, que sitio más bonito para vivir", a lo que él me respondió: 
-"para llegar a tener una casa así hay que ganar mucho dinero y trabajar toda la vida¨. Total, esto me sirvió para coger una llorera tremenda pensando en que yo no quería que mis padres fuesen viejos, que luego se morirían, poco tardaría en saber que uno no se muere de mayor, sino que se muere en cualquier momento.  Mi padre fue una persona que era muy religiosa y, sin embargo, no tenía hecha la comunción cuando se casó y tuvo que hacerla el día anterior, él nos llevaba a misa, al catecismo y me dió el disgusto de mi vida al mandarnos hacer la comunión vestidas de monja; con un rosario de madera, libro de madera, y sandalias de «capuchiño», yo que tanto había soñado con mi vestido de novia, tuve que esperar 20 años para que mi sueño se hiciera realidad. La comunión, ¡que horror!, ¡yo con mis paranoyas! Que no quería morder el cuerpo de Cristo, osea que me tragué la ostia entera pero se me quedó medio pegada en la garganta y pasé toda la ceremonia pensando en que me iba a ahogar; como es evidente no fue así. Íbamos mucho a la playa del matadero y del Orzán, y luego subíamos a casa y mamá solía hacer puding de pan reseso, ¡qué rico sabía!, me ponía las botas, mira que me sabía rico, casi tanto como el pollo de mi abuela de aquella nochebuena. Disfrutaba un montón cuando mi padre nos llevaba al muelle y nos montábamos en el camión, en la parte de atrás, con la lona puesta y él conducía despacito por el puerto, olia a pescado, es un olor que a mi hoy en dia no me resulta desagradable, me trae recuerdos y lo máximo era montar en el camión e ir a repostar la gasolina a Cuatro Caminos, era cerrada y me daba una sensación de entrar en un mundo intergaláctico.
(c)Charo Campelle 2013

Mis Ángeles: CHARO


«Regalo para ti en pequeños fascículos.»

«Puede ser que nos veamos otra vez con la misma mirada pero con otros ojos.»

Hoy he recibido este email de regalo de cumpleaños:
Regalo para ti en pequeños fascículos.
Siempre he tenido miedo a vivir y miedo a morir, bueno, no siempre, desde que falto mi padre vivía con esa sensación hasta que en mi vida apareció el regalo mas preciado del mundo, Asier, que significa el
principio, el principio de empequeñecer mis miedos, el principio de ver la vida distinta, el principio de saber ver un paisaje, el principio de mirar al mar y darme cuenta de que no somos nada. Asier es el principio de disfrutar mi vida, como sea, como vaya siendo.

Tengo ya 48 años, miro hacia atras y pienso que he recorrido un gran camino, otras veces pienso aterrorizada como puedo tener ya 48 años si
todavia hoy por la mañana era una niña. Eso me imagino que se debe a que la mente guarda recuerdos de una forma tan forjada y cercana que
te parece mentira que entre ese momento y el actual haya podido pasar algo más, y sí, a veces; han pasado 40 años.

Soy hija de un camionero y una auxiliar de clinica, creo que estoy muy orgullosa de ello, sobre todo al añadir que me padre murio trabajando con 33 años por y para sus hijas, Charo y Laura.

Recuerdo de mi infancia, antes de morir mi padre (porque luego la infancia se fué al carajo) que a mi padre le encantaba escuchar a Nino Bravo y a Cecilia, afición que luego cogí yo, y que hoy en dia mi
hijo me dice eso de -"esa canción de Nino Bravo de Libre no esta nada mal" para venir de un hijo que escucha hip-hop o es un forofo del Reegae no está mal. Con mi madre ibamos a casa de mis abuelos paternos que residian en mi misma calle, mi abuelo era camionero, pero no como mi padre, era el tipico camionero malhablado, pero era un buen abuelo. En su casa recuerdo las navidades juntos y el sabor de un
pollo que comimos en una nochebuena que estaba riquísimo, aún es hoy cuando se comenta "la comida no sabe como la de antes "yo siempre hago alusión al pollo de mi abuela.
Eramos dos hermanas, yo de Laura me celaba hasta extremos insospechados, siempre gustaban mas sus cosas, yo queria superarla pero nada, ella era la que se llevaba todos los piropos de la familia, con los años entendí porque, yo era un auténtico coñazo, ponía pegas a todo, no me reía ni de coñas, las relaciones públicas se me daban mal y hablaba poco o nada con la gente, saludar me costaba un huevo y
protestar por todo era mi juego favorito.

Era feliz jugando con la muñeca «NANCY», siempre pensaba lo aburrida que era la vida de una madre sin poder jugar con las muñecas, poco a poco me fuí olvidando de ellas, pero en un momento de mi vida fueron mis mejores amigas, con ellas si que hablaba y me reia.

Recuerdo siempre a mi padre en el pasillo de la cocina, empapelándola y pintándola, tenia los pelos de la nariz todos blancos, para el su «chichí» tambien era Laura, decían que como era asmática la mimaban más, pero no es asi, era un cielo de niña, saludaba a todo el mundo por la calle, se reia por todo, ya con un año y poco hablaba y yo tarde algo
asi como hasta los tres años.

Los sabados bajabamos mis padres y mi hermana al centro nuestro gran lujo, ibamos a Munin a tomar jamon serrano o a Bonilla a tomar un
chocolate con churros, era la mayor felicidad del mundo, era nuestra forma de "alternar" como los ricos, bueno, tambien todos los años papa nos llevaba a Guitiriz, hoy en dia esta muy cerca de Coruña pero de aquellas yo creo que hasta me metia en el camastro de la cabina del camión a dormir, alli parabamos en una casa que alquilaban por habitaciones donde dormiamos en una cama mis padres y en otra Laura y
yo, ibamos todos los dias a coger las aguas, a un rio en el que yo no me bañaba porque habia bichos y a una piscina que debia de tener tanto cloro que aún recuerdo su olor peculiar.

En esa casa habia gallinas y a mi se me daba por acorralarlas y asustarlas, mira tú por lo que se me daba, allí, al lado de la casa había un campo de hierba y recogíamos treboles , nunca recordaba si
los de la suerte eran de tres o cuatro hojas, no lo se ni hoy, el caso es que yo para llamar la atención sacaba alguna hoja para que mi padre se enorgulleciese de mí, no había tu tía, no colaba y aún y encima me reñía por hacer trampas.
En esos veraneos recuerdo que cogí mi primera depresión, mi rollo era pensar que pasaria cuando nos muriesemos todos, adonde íbamos, y todo esto me sucedió por ver a dos ancianos en un chale, yo le comenté a él -"mira papá, que sitio más bonito para vivir", a lo que el me respondió: -"para llegar a tener una casa así hay que ganar mucho dinero y
trabajar toda la vida."
Total, esto me sirvió para coger una llorera tremenda pensando en que yo no queria que mis padres fuesen viejos, que luego se morirían, poco tardaría en saber que uno no se muere de mayor, sino que se muere en
cualquier momento.

Mi padre fue una persona que era muy religiosa, y, sin embargo no tenia hecha la comunción cuando se caso y tuvo que hacerla el día anterior, él nos llevaba a misa, al catecismo y me dió el disgusto de
mi vida al mandarnos hacer la comunión vestidas de monja, con un rosario de madera, libro de madera, y sandalias de capuchiño, yo que tanto habia soñado con mi vestido de novia , tuvo que esperar 20 años
para que mi sueño se hiciera realidad.
La comunión, que horror, yo con mis paranollas que no quería morder el cuerpo de cristo osea que me trage la ostia entera pero se me quedo medio pegada en la garganta y pasé toda la ceremonia pensando en que
me iba a ahorgar, como es evidente no fue así.

Íbamos mucho a la playa del matadero y del Orzán, y luego subíamos a casa y mama solía hacer puding de pan reseso, que rico sabía, no me ponía las botas, mira que me sabia rico, casi tanto como el pollo de
mi abuela de aquella noche buena.

Disfrutaba un monton cuando mi padre nos llevaba al muelle y nos montábamos en el camión, en la parte de atrás, con la lona puesta y él conducía despacito por el puerto, olia a pescado, es un olor que a mi
hoy en dia no me resulta desagradable, me trae recueros y lo máximo era montar en el camión e ir a a hacer la gasolina a cuatro caminos, era cerrada y me daba una sensación de entrar en un mundo intergaláctico.

(c)Charo Campelle 2013

    martes, 20 de agosto de 2013

    Felicidad.es


    «Los locos que el mundo no traga nos juntamos al amanecer, dando vueltas a un sueño probable, a un amor que no ha podido ser».

    He cumplido 49 años y sigo masticando, masticando y masticando, quizás porque la digestión empieza en la boca; lo sé muy bien, y no sólo porque haya estudiado hace ya muchos años biología y que hubiera sacado una buena nota en «fisiología animal», lo sé sobretodo porque me he pasado la vida masticando para poder digerir, sin que me provocara otra úlcera, demasiados sucesos ocurridos a lo largo de tantos años ya. Por todo, he tenido que aprender a masticar muchas veces, no sólo los alimentos que ingiero sino también los incontables problemas que me han causado las relaciones con mis familiares más directos, para poder tragármelos sin que me produzcan una indigestión.  Este último cumpleaños ha sido maravilloso, el que más, pero también ha sido ligeramente trágico. Tiene que haber de todo para valorar mejor lo bueno.
    Ahora que soy huérfano y que sólo me quedan mis hermanas y sobrinas como familiares más directos de sangre entiendo lo importante que eran mis padres para mi equilibrio emocional. Yo adoré siempre a mis dos hermanas y a sus hijas pero este último cumpleaños me abrió los ojos; será que estoy rozando el medio siglo y eso pesa, para bien, claro.
    Fue mi segundo cumpleaños sin mis padres vivos y uno más, de tantos, sin todas ellas; y eso que las cinco están vivas. Unas por una cosa y otras por otra se limitaron a felicitarme por teléfono, pero hubo una que ni eso y otra que lo hizo por el «facebook», eso sí por mensaje privado. A ninguna se le ocurrió que uno de mis ansiados sueños era pasarlo con ellas, que conocieran de primera mano como me divierto, que se interesaran por conocerme, por conocernos, porque desde hace ya muchos años yo ya no estoy solo, también tengo una familia que me llena y me colma de felicidad. Ellas ni se lo imaginan lo felices que somos, pero… (siempre hay un pero) no estuvieron conmigo. En mi gran fiesta no faltó nadie verdaderamente importante en mi vida, salvo ellas; incluso mis amigos de facebook -otra gran familia- estuvieron conmigo en algún momento dedicándome un poco de su valioso tiempo con emotivas palabras que algunas me hicieron llorar de felicidad. Por no faltar no faltaron ni mis padres convertidos en dos exóticas mariposas inmensamente bonitas que se pusieron a revolotear a mi alrededor haciendo vuelos auténticamente acrobáticos, pero no estaban ellas; y eso duele, y mucho. Así que no me quedó más remedio que masticar una y otra vez mi enorme disgusto y tragármelo bebiendo de nuevo mis lágrimas aderezadas esta vez con azúcar y con miel, pero bailando con mis contados allegados y con las majestuosas mariposas, que eran ni más ni menos que mi padre y mi madre -al menos eso quise entender-. 
    A la mierda disgustarme por eso, a la mierda se puede ir todo aquel que no me quiera. Yo no puedo pretender cambiar a las personas, puedo ofrecerles un ambiente mental positivo que propicie el cambio, pero no puedo hacerlo en su lugar. Cada persona está en el mundo para aprender sus propias lecciones, y si yo hiciese el examen por ellas, simplemente volverían a reproducir el tipo de situaciones que les permitirían aprender lo que necesitan. Lo único que puedo hacer es amarlas y dejarles ser como son, sabiendo que la verdad está siempre en su interior y que podrán cambiar en el momento en el que quieran hacerlo. 
    Por ejemplo mi hermana mayor lleva más de una semana sin poder dormir y yo le pregunto si tiene alguna preocupación y me dice que no, que las de siempre, pero cuáles son las de siempre? Yo, la muerte de mis padres, sus hijas, la relación con su marido, el no haber hecho por mis padres lo que debería haber hecho, o sea: haberlos llevado a vivir a su casa y no haberlos ingresado en una residencia, el no haberme dado todavía (18 meses después de que hubieran muerto mis padres) la vajilla que mi madre repetía una y otra vez que era para su hijo, el haberse adueñado de la casa en la que crecí con mi madre nada más fallecer ellos sin dejar que yo pudiera hacer uso de ella mientras yo solucionaba los complicados trámites burocráticos del testamento ya que ella decía que no tenía la cabeza para esas «cosas», obligándome a recorrer cada día durante cinco meses 90 kilómetros con el consiguiente riesgo y afrontando el cansancio y los gastos que ello implicaba, y eso sin contar que tal decisión por su parte me obligaba a vivir en una casa en ruinas sin calefacción ni agua caliente… No lo sabe, no lo sé, realmente no sé si es algo de esto o es todo el conjunto o es quizás el hecho de sentir que ella fue la menos favorecida con la herencia. Pero realmente acaso ella necesitaba el dinero o la casa que tiene cerrada a cal y canto, que ni siquiera le importó que se murieran las plantas que tanto cuidó mi madre y luego mi padre cuando ella no pudo, yo le pedí un día algunas casi moribundas que conseguí salvar y que ahora están tan hermosas como si mi madre viviese. O acaso ella necesitaba unas fincas de las que no se ha hecho cargo y por las que no siente nada. Todo es una mierda. Aún recuerdo una vez que yo estuve ingresado y le pedí si podía ir a su casa al recibir el alta mientras terminaba de recuperarme y me dijo que tenía que consultarlo con su marido y al día siguiente me contestó que él había dicho que no. ¡¡¡Qué soy su hermano, cojones!!! ¡¡¡Qué le pedí ayuda y qué me la negó!!! ¡¡¡A su hermano!!! ¿Qué le avergüenza, tener un hermano casado con otro hombre? ¿Qué tiene un hermano que no quiso nunca conocer? ¿Qué no sabe ni lo que he hecho en la vida ni a que me dedico? No lo sabe. Ni quiere saberlo. Que muy buenas palabras pero que sus hechos le delatan. Que lloro un día sí y otro también cada vez que la echo de menos; que ni siquiera se imagina que la quiero de verdad; que me preocupa su salud y su estado de ánimo; que deseo que sea feliz y que no me permite hacer nada por ella. Sólo quiere poner tierra de por medio. Que no se alegró de mi vuelta a Galicia, que nos vemos ahora menos que antes pero me sonríe cuando me ve. Parece que lo pasa bien a nuestro lado pero le cuesta venir o invitarnos a su casa; siento que para ella soy una pesadilla. Eso debe de ser muy triste… Para mí lo es al menos. Coño, qué tengo un hijo y ella ni siquiera me habla de ello, o a lo mejor no lo sabe. Nunca me pregunta por nada importante de mi vida, sólo por lo superfluo o por nada… Pero yo la llamo habitualmente, dos o tres veces por semana, porque lo necesito, a mí si me hace falta para mantener una buena salud mental, para no separarnos definitivamente. Nos invitó a pasar las Navidades en su casa y luego nos dijo que estaba enferma, y sería verdad pero con más motivo tendríamos que haber ido… En fin que si lo piensa tiene muchas razones por las que no dormir y ya no hablo de sus otros problemas más íntimos, Quizás se sienta culpable por haberse enfermado de pequeña y de que mis padres se arruinaran para poder curarla, teniendo que emigrar al extranjero para poder darnos estudios privándome a mí de criarme junto a ellos; pues precisamente esto no debería ni pasársele por la cabeza, sin embargo se lo escuché alguna vez, fíjate!!! En definitiva con estas palabras salidas de mi jodido corazón quiero zanjar o arreglar de una vez esta relación tortuosa para mí y peligrosa para ella. Quiero que piense si me necesita, si nos necesita y quiere ser una hermana como dios manda, cogiéndole prestada esta expresión «machaconamente» repetida por el actual presidente de gobierno o ¿qué «carallo» quiere? Creo que ni ella lo sabe.
    Quiero saber qué pasó. He arreglado esta casa para que la usásemos todos, ella si tiene las llaves de mi casa. Quiero que este sea el último cumpleaños en el que lloro de impotencia. El anterior fue diferente y tampoco sé el porqué pero para eso escribo: para no olvidar, por eso me ayudará leer lo que escribí hace un año, así que aquí lo tengo ya y no voy a perder ni un segundo.

    19 de Agosto del 2012
    Desde hoy tengo 48 años. ¡Cuarenta y ocho! De repente fui consciente, mis manos asían con fuerza el mango de un artilugio rudimentario, muy antiguo pero a la vez tremendamente efectivo para limpiar la vieja moqueta de nuestro recientemente adoptado dormitorio en la preciosa casa heredada en otra ciudad, en otro país. Disfruto desde siempre de todo lo que hago, por más insignificante que sea o absolutamente intranscendente. Soy así, siempre lo he sido y doy gracias por seguir siéndolo a mis recién estrenados 48 años. Mi viejo iMac blanco amenizaba mi labor doméstica con la música de mi biblioteca iTunes, la banda sonora de toda mi vida. Las canciones me han acompañado desde muy niño, se lo debo a mi padre, a mi madre que de joven cantaba cada día y a mi tía Herminia que toda ella era música y armonía. No podría por tanto vivir sin música, sería como vivir en blanco y negro.
    Pues... No prestaba atención al estar concentrado en dejar la moqueta perfecta, cuando de repente unas notas de piano acompañadas de unos acordes de guitarra española me paralizaron, y mi cuerpo se estremeció. El mundo se paró por un instante, mi reflejo en el viejo espejo del armario se fue nublando porque de mis ojos empezaron a caer lágrimas sin fin. Ray Heredia empezó a recitar y yo con él con una voz rota que me salía de las entrañas: «Esto va dedicado a todas las mujeres bellas de la vida que viven nuestras historias, nuestros momentos y nuestros lamentos». Entonces empezamos a cantar: «El infierno de tu gloria ha pasao por mí, ahora siento y pienso adentro: alegría de vivir» y yo no pude más pero él siguió: «…Alegría de vivir, cuando estás cerca de mí…». Yo lloraba cada segundo con más intensidad. Esta canción para mí significa mucho, me trae demasiados recuerdos y muchos sentimientos, sentimientos duros.
    Este es un cumpleaños diferente, esta vez no estaba pendiente del teléfono, de hecho aquí no me hace falta y cuando necesito llamar todavía quedan cabinas públicas. Nadie iba a sorprenderme si no estaba a mi lado, y por primera vez en muchísimos años no tenía que esperar una llamada que nunca llegaría. A mi madre aún le gustaba menos hablar por teléfono que a mí, pero luego en la intimidad disfrutaba de la conversación, como yo. Hoy ya me han felicitado los dos, de ambos me acordé al despertarme porque había soñado con ellos y mirando en mi interior descubrí los regalos. Estaba tranquilo, sereno, feliz, acompañado por mi ángel (mi amor), sin prisa, sin preocupaciones… Tenía lo que siempre había soñado. Ahora que ya no están me siento más unido a ellos. Les siento presentes. Hablan por mis pensamientos. Los veo alegres, incluso orgullosos de mi vida y más de lo que estoy haciendo. A veces me miro en el espejo y le veo a él… Y me sonríe. Por eso cuando me vi en el espejo del armario, agarrado al mango del «limpiamoquetas» lloré. Lloré porque le vi a él feliz bailando al tiempo que limpiaba. A mi padre le he visto reír y bailar bastantes veces pero hace muchísimos años. No tuvieron una vida fácil, pero realmente todo lo hicieron por nosotros, sus hijos. Cumplieron su objetivo y se marcharon, no fuera a ser que nos dieran demasiado trabajo. Lloré, no de tristeza, la canción de Ray Heredia me llevó a ese punto concreto de sentimentalidad para poder ver y ser consciente de mi estado, de mi realidad. Lo que vi me enterneció, fue como si en cuestión de segundos mi vida se proyectara como una diapositiva, y lo que se ve transmite equilibrio, incluso belleza… ¡Aprobación! Esta sensación fue lo que me desencadenó el llanto.
    Llanto por tener alegría de vivir, lágrimas por sentirme plenamente feliz. Satisfecho de haber dado un giro a mi vida, tranquilo por esta mudanza.

    (c) Miguel Je 2013