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martes, 31 de julio de 2012

JUGANDO CON LOS RECUERDOS DE MI INFANCIA




«Cuarenta y cuatro años después y la vida sigue igual»

Si en el mes de mayo del año pasado me dijeras que iba a estar viviendo en la casa donde pasé mis primeros cuatro años de vida te diría que te habías vuelto loco, y si me lo hubieras pedido te hubiera dicho un «no» rotundo; pero ya ves, aquí estoy: feliz, decidido a quedarme y con una serena naturalidad, como si nunca hubiera tenido otro hogar. Una sencilla casa del siglo XIX que pasó de generación a generación hasta llegar a mí, más bien yo llegué a ella. Tú me dejaste aquí con apenas unos meses de vida en la misma casa en la que habías nacido y tú mismo me arrancaste engañándome cuatro años después para volver a dejarme a pocos kilómetros en aquella triste caserón en el que nací. Pero como queriendo arreglar lo que un día estropeaste me volviste a traer regalándomela aunque por ello diste tu último suspiro. Ya ves que vueltas da la vida. Me arrancas de un maravilloso paraíso para que conozca el mundo y cuando tú lo abandonas me atraes de nuevo al paraíso olvidado. Sigues siendo todo un misterio, pero conociéndome cada día un poco más, te conozco también a ti, porque para eso llevo tus genes. Es curioso que hayas tenido que morirte para que descubra que me querías como un buen padre debe de querer a su hijo pero al que nunca quiso conocer, o quizás me conocías demasiado por ser tan semejante a ti. Me río, eres increíble, me educaste por telepatía y encima me siento orgulloso de tu obra y como puedes ver la continúo con tu ayuda, con mis genes, con mi fuerza, con mi tremenda intuición y con ese gran amor del que ahora estoy seguro que en mis primeros días me entregaste.
¡No te rías! Ahora estoy cansado de la noche y no quiero perderme el amanecer, ya ves que es muy tarde ya, pasan de las cuatro así que ahora ilumíname pero dentro de mis sueños. 
See you again! Thank you by nothing, thank you by all. Thanks!!!
Miguel Je

jueves, 26 de julio de 2012

ALEJÁNDOME DE LAS MALAS ENERGÍAS





«La envidia existe solo en aquellas personas que no saben aceptar la felicidad de los demás.»

Soy una persona tolerante y con mucha paciencia, suelo dar varias oportunidades incluso a quienes en algún momento me han hecho daño, pero si hay algo que no soporto y de lo que escapo, como si del fuego se tratara, es de las personas envidiosas. Esos falsos amigos que te sonríen, te dicen a todo que sí, se ofrecen por si necesitas algo pero cuando los necesitas están ocupadísimos, pero aún así tienen tiempo para escuchar lo que te ha sucedido y no escatiman en interesarse por todo tipo de detalles y luego con toda la información almacenada se despiden a toda prisa. Esos que cuando ven que eres feliz y la vida te va bien hacen como que se alegran, te interrogan como sin querer, quieren saber más que tú… Pero su mirada les delata, sus gestos, sus vibraciones… Siempre digo que tengo un olfato desarrolladísimo y muy selectivo -para los olores extremos sobretodo-; los que me gustan los detecto de lejos, pero los que me desagradan los percibo a kilómetros. Un detalle por ejemplo: mi gata Sol tiene la mala costumbre de por pura vagancia no tapar su caca alguna que otra vez, y aunque yo esté en el otro extremo de la casa lo detecto, y le grito desde donde esté: —¡SOL, GUARRA Y VAGA, TAPA TU MIERDA! Pues para las personas que no me convienen tengo el mismo sentido súper desarrollado, lo que ocurre es que soy muy tonto también y tengo complejo de borde, y la manía de dar votos de confianza. Y mira que me he dado batacazos, pero es que de bueno soy tonto. Hay personas que no se merecen ni los buenos días. A mí me cuesta menos decir «te quiero» que decir «no te soporto» y «no me interesas». Me resulta difícil decirle a alguien que me ha fallado, y quien te falla una vez te fallara todas las veces que se lo permitas. Voy a proponerme no dar pábulo a quien me «huela mal». Lo prometo. Me lo prometo, ¡en serio!
Recuerdo un detalle que voy a intentar describir, es algo bastante tonto pero que demuestra el sentido de mi nueva decisión. A finales de diciembre nos compramos un coche nuevo, sólo se lo contamos a un puñado de amistades. Tardarían en entregárnoslo seis meses, durante todo ese tiempo pasaron muchas cosas en nuestra vida y realmente casi llegamos a olvidarnos del coche, por lo que no volvimos a mencionarlo hasta que a finales de junio nos lo dieron. Pues recuerdo muy bien la cara de todas estas personas cuando nos vieron con él. Hubo expresiones varias, dos fueron similares, estaban más contentas que nosotros, como si fuera suyo. Estas, Paco y Maca son dos verdaderas amistades, hay mucho amor y admiración mutua, esa es la verdadera amistad. Para nosotros los amigos son familia y no hay secretos, pero hay amistades que no son más que conocidos, que se allegan o alejan según sus intereses. Hubo una amiga que se quedó observando como nos metíamos dentro e iniciábamos la marcha, yo la miré y vi sus ojos vidriosos… Ella misma nos había dicho al verlo: —¡Qué envidia me dais! Sí, puede que fuera envidia, pero de la sana. Sus ojos vidriosos no eran simplemente por el coche, era de emoción de vernos felices y a salvo de todos los males por los que hemos pasado en estos últimos diez años. Porque mira que hemos tenido problemas y líos, pero de todo hemos salido. Hemos tenido pérdidas dolorosas pero las estamos superando día a día, hemos pasado por problemas de salud pero estamos curados, nuestra relación se rompió unas cuantas veces pero como somos de los de antes preferimos arreglarla a tirarla por la borda y comprarnos una nueva… Je, je…!!!

©Miguel Je 2012