Como español, nacido en las regiones
periféricas de nuestra península, asombrado, preocupado e
indignado quiero dirigirme, con este humilde escrito, a todos los
españoles de buena voluntad que, probablemente, intoxicados, como
yo, por la fuerte campaña mediático-política dirigida desde los
centros del poder gubernamental del país en Madrid, con
inexactitudes y mentiras, tan machacona y torticeramente dirigidas
contra la nación catalana, hayan podido llegar a pensar que este
noble pueblo, al reclamar su legítimo derecho a decidir el 9N su
futuro, está atentando contra lo que estos politicastros
españolistas han denominado “Constitución”. Un documento
pergeñado y apañado en un periodo difícil y lleno de
obscurantismos, en beneficio de los de siempre, con fuertes lagunas
que han venido a poner de manifiesto, ahora, que es un mero cuento
eso de que la soberanía reside en el pueblo.
Una aseveración que resulta fácil de
explicar cuando no hace falta esforzarse mucho para darnos cuenta de
que, a la vista de las actuaciones de esas supuestas formaciones
políticas, llamadas partidos democráticos, los que conocimos desde
su comienzo el franquismo, en muy poco las podemos diferenciar de las
de aquel dictatorial montaje de partido único pues, en eso que
ahora denominan Parlamento (antes Cortes Españolas) es un hecho el
que, por ejemplo, la mayoría absoluta que tiene el PP, consigue los
mismos resultados a los que el dictador Franco llegaba por
aclamación, sacando adelante leyes contrarias a los intereses de la
mayoría de los españoles con la paradoja de que, ahora, estos
diputados, se autodenominan “representantes” del pueblo. ¿De
qué pueblo?, podríamos preguntarnos.
Estamos, al cabo de más de tres
décadas de supuesta andadura democrática, comprobando la tremenda
estafa que, para todos los españoles de buena voluntad ha supuesto
este formidable tinglado político que se empeñan en seguir
llamando democracia y que dista bastante, aun, de que se le pueda
seguir reconociendo tal caracter porque está poniéndose de
manifiesto, ya a las claras, de que en España es muy fácil
secuestrar la voluntad popular mediante el tinglado de unas
elecciones que, manipuladas mediáticamente, hacen que, el egoísmo
de los poderosos, siga siendo la lacra de este país, con el
resultado del enriquecimiento injusto de unos pocos a costa del
sufrimiento de la inmensa mayoría del pueblo español.
Eso que tan pomposamente estos
individuos sin escrúpulos, beneficiados de la política, denominan
CARTA MAGNA fue la patente de corso, el blindaje para que los
herederos del franquismo así como sus alevines pudieran, en este
país, seguir disfrutando de toda clase de prebendas, haciendo y
deshaciendo a su antojo, bien situados y atrincherados en todas las
instituciones del Estado que, a duras penas, están resultando
democráticas porque, desde la Justicia, pasando por todos los
estamentos de la Administración, vemos que la corrupción y toda la
delincuencia por ella propiciada, se ha enseñoreado de las mismos
haciendo que, desde los más bajos hasta los más altos, parezcan
cortijos cerrados que sólo funcionan a sus instancias y para sus
provechos.
De esta guisa ¿cómo es posible que el
pueblo catalán no pueda expresar su voluntad de decidir su futuro?
La respuesta está en que tan solo porque un Tribunal, como el
Supremo, formado antidemocráticamente y compuesto por esbirros y
“estómagos agradecidos”, nombrados por los partidos se irrogan,
cual endiosados, la única interpretación posible de esa
Constitución en la que, como está quedando claro, la voluntad
popular no cuenta para nada a pesar de que, como en este caso que me
ocupa, sea de justicia el dar al pueblo catalán la posibilidad de
expresar votando, su voluntad afirmativa de gran pueblo, con unas
señas de identidad difíciles de superar en toda la península
Ibérica, porque han topado con el borreguismo político y el
analfabetismo de una clase política madrileña que desconoce el
significado de Cataluña como entidad nacional indiscutible, ¡nada
menos! que desde el siglo IX, cuando los condados independientes de
Cataluña, capitaneados por Vifredo el Velloso, se independizan de
los francos y alcanzan un indiscutible y alto índice cultural y
económico con el Monasterio de Sta. María de Ripoll como grandioso
y activísimo foco de difusión de la tradición latino eclesiástica
isidoriana, reforzada por aportaciones de la ciencia greco-oriental a
través de la cultura arabigo-española al traer de Córdoba tratados
astronómico-geométricos.
Un indiscutible mérito que señala una
gran diferencia con el resto de los territorios peninsulares que
continua, a través de varios siglos, con el desarrollo de toda una
hegemonía mediterránea que dio días de gloria a la monarquía
catalano-aragonesa, cuando se pudo considerar al Mediterráneo un mar
catalán con grandiosa escuadra y famosos almogávares, protagonistas
de acciones tan notables en el exterior, como la de Atenas, para
que se hiciera sonada la venganza catalana con Roger de Flor.
Un pueblo noble y esforzado con fuerte
y definida personalidad, que los españoles no podemos dejar de tener
en cuenta a la hora de considerar lo que el gobierno de Madrid, del
Partido Popular, está tratando de perpetrar sin razón y por la
fuerza bruta exclusivamente, ya que no se puede sostener
históricamente ni, ¡mucho menos! que, a la vista del comportamiento
del desgraciado gobierno del PP que tenemos, con tantas actuaciones
que van en contra de los intereses de una ciudadanía tan madura y
laboriosa como la catalana, se perpetúe un atentado tan grave como
el de impedir que, este gran pueblo, tenga la posibilidad de decidir
su propio futuro en pos de su mejor desarrollo y a sabiendas de que
la prosperidad alcanzada afectaría, muy positivamente, al resto de
los pueblos de España puesto que sabríamos celebrar, junto a ellos,
que fueran tan independientes...., como para que pudieran elegir en
libertad su mejor destino y nos alcanzara a todos los habitantes de
este maltrecho país, como se ha puesto de manifiesto siempre con
todo lo bueno que, desde la Cataluña eterna, ha alcanzado siempre al
resto de los territorios españoles.
©Manuel Guzmán 2014
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