Sólo llorando podemos lavar el alma y perdonar
Recuerdo de repente un diálogo de “Mujeres al borde”, Ana Leza le decía a otra, hablando de los hombres y los problemas que les generaban, que rea más fácil aprender mecánica que psicología masculina”. No creo que hombres y mujeres seamos diferentes a la hora de amar, tanto en los momentos buenos como en las horas bajas de una relación todos sufrimos o disfrutamos por un igual, las diferencias están más en la educación y en la propia naturaleza de la persona que en el sexo.
Oh, el amor, eso que siempre decimos que no hay rosas sin espinas, pues con el pasa lo mismo: el amor también pincha. Hace unos días hablaba precisamente de las relaciones amorosas y yo decía que era de la vieja escuela, que era de los que prefería arreglar y eso que si a mí me hace muy feliz el amor otras me hace sentir el más desgraciado del mundo. Una de cal y otra de arena, cuántas veces me digo que cuando comienzo una relación debería hacer como con los coches: al primer fallo, coche nuevo. Pero no, el amor es tan grande que cedo y cedo y cedo, y trago, trago y trago, perdono, perdono y perdono... ya, claro, y te preguntarás que qué es lo bueno, pues seguro que compensa lo malo, porque tonto del todo no soy, por suerte. Tengo una tolerancia, una compresión, pero también un aguante. Y si hoy he estado al borde, también he aprendido que actuar en caliente no es lo más inteligente, mejor hablar, aclarar y dormir en paz. Todo al otro día ya es diferente. Qué tuve que llorar en silencio y soledad! Sí, me deshice en lágrimas, me las tragué mojaron el suelo y las sábana; fueron unos lloros bárbaros, pero hoy estoy tranquilo con haber aguantado y no haber provocado un desequilibrio a terceras personas que no tienen culpa, porque no debemos olvidar que nosotros, y sólo nosotros somos los causantes y responsables de nuestro hechos.
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