«Tanto esfuerzo para olvidar sólo sirve para recordar mejor.»
Miguel Angel Muñoz
Es ya tiempo de ver margaritas por todas partes; me gustan estas flores, será por lo simples, será porque las asocio a mi hermana Daisy (margarita en inglés), será tal vez por lo de deshojarlas -me quiere no me quiere-, será... ¿Por qué será? Me gustan y punto, pero este año no me atreví todavía a cortar ninguna y comprobar lo que me dice el último pétalo.
Tener una hermana que no quiere saber de uno porque no quiere sufrir es peor que tener un tío en Cuba. No es algo con lo que me levante cada día en la cabeza pero sí que no hay día que no lo tenga presente; y, por supuesto, aunque intenté que su actitud cambiase, no lo conseguí y es más, a partir de ese día mi vida empezó a desmoronarse. Coincidencias o simplemente circunstancias que no tengo manera de asimilar y me descolocan. Daisy es tan solo diez años mayor que yo, curiosamente nacimos el mismo día del mismo mes del verano con una década de diferencia. Nos parecemos demasiado pero ella ha sido más egoísta. No tenemos idénticos los traumas de la infancia, eso es quizá lo único que nos separe. Los dos fuimos rebeldes, pero a ella le curó el amor y a mí me perdió el desamor. Hay que ver lo que puede desorientar una gran inestabilidad sentimental, lo mismo que tropezarte con una buena persona puede encarrilar tu vida para siempre (mientras te suceda antes de haberte perdido de verdad).
El tiempo en la vida todo lo controla y en parte es de lo más lógico porque la vida transcurre en un tiempo, el mismo que marca el principio y el final. Un mismo suceso nos afecta de manera muy diferente dependiendo del momento en el que tenga lugar, así por ejemplo todos sabemos que la pérdida de un padre en la infancia no es igual que si sucede cuando uno ha alcanzado la madurez. Por esto digo que a ella le salvó encontrar la estabilidad sentimental a una edad temprana, con veinte años apareció su Manuel y toda su vida giró hacia el camino de formar una familia. Daba gusto ver cómo se querían; sentir el amor de cualquier manera resulta placentero. Uno se siente bien, quiere y es querido, lo tiene todo y mágicamente su vida se le arregla; de repente deja de tener dudas y sabe qué es lo que tiene que hacer. Ella, que nunca había sido buena estudiante, se transformó en una de las mejores alumnas de su promoción. Sus compañeros le pedían apuntes o querían preparar los exámenes con ella. Manuel que parecía no tener mucho interés por el magisterio empezó a aplicarse. Así en pocos años ya estaban ambos al frente de una clase enseñando y, lo mejor de todo, disfrutando del trabajo que realizaban. Mientras, yo daba tumbos buscando mi lugar en el mundo. Es verdad que sólo en breves períodos dejé de caminar pero también reconozco que lo que me interesaba un día dejaba de hacerlo al siguiente. La insatisfacción me llevaba de un lado para otro y yo que siempre había sido un buen estudiante dejé de serlo por falta de interés, por inmadurez, por carencia de afecto... En una palabra, por inestabilidad me perdí. Pero aún perdido seguí caminando, seguí probando, seguí estudiando y trabajando; aprendiendo otras materias, conociendo otras ciudades... Pero siempre fallaba algo y era este fallo que sentía el que me hacía perderme de nuevo. No conseguí que nada me llenara lo suficiente, cometía errores, me refugié por un tiempo en las drogas, me apoyaba en lo que fuese mientras esperaba... Recuerdo una época en la que fumaba sin parar, con cada cigarrillo pensaba: «fumando espero...», y me perdía en el humo añorando.
En todo este tiempo ellos tuvieron una hija: Ana, a la que vi crecer a ratos, a la que también quise (y tampoco he dejado de querer ) y me quiso con locura, y también me dejó de querer (o al menos de demostrármelo) y de hablar. Pasamos una temporadita juntos quizás en un momento en el que yo pasaba uno de esos de duda o de pérdida de la realidad y ella, con tan solo dieciocho años, no entendió y se apartó de mí. Hará de todo esto unos seis años, quizás siete. Pienso que habrá cumplido ya veinticinco... El verano pasado estuve en Santiago y no la vi, no sé ni si estaría, no me encontraba lo suficientemente fuerte para superar una negativa. Había pasado por una reciente, de su madre, cuando a mediados de verano fui a esperarles al aeropuerto de Barajas y recibí una llamada pidiéndome por favor que me fuera de allí y buscase un médico. No le hice del todo caso, me fui eso sí, pero no acudí a ningún médico, me limité a llorar y a perderme una vez más. Si realmente creen que estoy tan enfermo deberían ayudarme. No entiendo nada.
Es normal que hoy mire a las margaritas del jardín con cierto recelo, pero no dejan por ello de gustarme, quizás mañana me atreva sin darme cuenta a cortar una y caminando tras de Dean empiece a deshojarla y sólo cuando entre mis dedos quede un pétalo sea consciente del mensaje... ¿Me quiere? ¿No me quiere?
(c)Miguel Je 2012
(c)Miguel Je 2012