SECUENCIAS 7 y 8
— «¡Buenas noches Don Rafael!»
Saludó el portero a la vez que nos abría la puerta entera de cristal haciendo casi una reverencia.
— «¡Buenas noches Narciso! ¿Cómo va tu mujer?»
— «¡Ahí anda! Quejándose cada día un poco más.»
Caminó detrás de nosotros para quedarse en su mostrador sin llegar a sentarse…
— «¡Qué descansen! …¡¡¡Y buenas noches!!! »
(Dijo ya más bajito con cierto recochineo en su tono cuando se cerraba la puerta del ascensor al tiempo que movía la cabeza de un lado al otro, como si le hubiera entrado un tic.)
Antonio puso su índice en el Stop y el ascensor se frenó de golpe, Antonio puso sus dos manos sobre la cara de Rafael acercándola con pasión a la suya, las bocas juntas, un beso apasionado, las manos bajaron hacia el cuello apretándolo firme pero suavemente… Rafael apretó el botón 14 y el ascensor siguió subiendo mientras Antonio le apretaba los pezones, él con sonrisa lasciva se dejaba hacer. Por fin el ascensor se detuvo y salieron, no sin antes haberse cerciorado, los dos, ante el espejo, de que sus imágenes eran presentables; sus miradas se cruzaron al «otro lado» como si de «Alicia y su conejo» se tratara, se sonrieron, reflejaban una pareja perfectamente equilibrada; ambos se percataron de ello… Rafa rompió ese silencio con unas risas nerviosas pues de repente el ascensor le produjo claustrofobia y le entró ansiedad, pensó que en casa estaría más seguro. Le dijo bajito, al oído, muy cerca, rozando sus labios que tenía una reputación que preservar, Antonio giró la cabeza y le dio otro beso, esta vez fugaz, a la vez que empujaba la puerta externa del ascensor. Dejó que Rafa le guiara, la puerta estaba casi frente al ascensor: «14F»; éste introdujo la llave y giró tres veces y se abrió un hermoso mundo perfectamente iluminado. Podría ser una galería de arte, las paredes estaban repletas de cuadros: pinturas, fotos, grabados, collages; y otros en el suelo apoyados contra la pared. No era en absoluto un hogar para una familia, más bien podía ser la oficina de un diseñador, una galería de arte o un estudio de arquitectura, pero no la casa de un matrimonio heterosexual. Antonio se había quedado petrificado, de repente se acercó a un enorme cuadro en la pared de la izquierda, justo encima de un gran sofá de piel blanca; podía semejar a una bandera, le gustaban los colores, la textura… El arte contemporáneo podía embelesarle, un cuadro podía llegar a enamorarle y ese lo había hecho. Rafael que ya había cerrado la puerta, y dejado su abrigo de pura lana virgen, azul marino, sobre el respaldo del sofá situado en ángulo recto con el otro, se acercó a Antonio y agarrándole por la cintura le susurró:
— «Lo ha pintado un amigo, se llama
Christian Domecq. Me gusta que tengas
sensibilidad para el arte… »
Christian Domecq. Me gusta que tengas
sensibilidad para el arte… »
— «Es precioso, estos colores están vivos, todos… Y éste, ¿eres tú?» Dijo girándo la cabeza.
Se miraron a los ojos una vez más. Antonio vio que le había mentido. No, su mujer no estaba en la India, al menos viva. Rafael se sonrojó. Esos ojos verdes tan alegres le ponían nervioso vistos tan de cerca.
— «Mira aquí está la cocina, quieres un té, un café... Un mezcalito!!! He estado hace poco en Méjico y me han dicho que si te toca el gusano estás una semana de juerga…»
Sabía que tenía que explicarle el motivo por el que le mintió diciéndole que estaba casado pero realmente él tampoco sabía porqué lo había hecho.
—«¿Una rayilla? … Soy un alto cargo del Ministerio de Cultura… Uno nunca sabe, te dije que estaba casado… Una tontería, una de las muchas que he dicho hoy!!!»
Rafael sacó dos copitas del congelador y sirvió el mezcal, sacó su molinillo de coca del bosillo y dijo una tontería más:
Rafael sacó dos copitas del congelador y sirvió el mezcal, sacó su molinillo de coca del bosillo y dijo una tontería más:
— «¡Regalo del agregado cultural de Colombia!»
Jamás se había sentido tan inseguro, de repente tuvo la impresión de que sus palabras, lo que decía y lo que hacía era extremadamente cursi. Nunca se había sentido así, y menos ante un chapero. De repente se sintió fatal, abochornado de saberse tan jodidamente clasista y prepotente. La sangre le subió a la cara, ruborizándose de purita vergüenza.
—«¿Estás bien? ¡Estás muy colorado!»
—«¡No es nada, darling…!Oh, no, otra vez!!! ¿Qué me pasa? Por primera vez se veía ridículo, Antonio a su lado tenía mucha más clase, era natural, tremendamente transparente...
—«¿Darling?» ¡Qué mono! Y qué cursi eres!!!» Dijo Antonio riéndose mostrando su estupenda dentadura recién restaurada. «Se evaporará si no nos los bebemos ya.» Agarrando el chupito con su gran mano izquierda al tiempo que se acercaba a él y con la otra mano le ofrecía el otro mezcal:
—«¡Toma y bebe, gusano rojo!»
(Continuará…)
©Miguel Je 2013
Eres increíblemente bueno. Esto que nos vas regalando por entregas no deja de ser más que una tentación y una incitación a la espera para poder seguirte en la lectura de estos relatos o vivencias que, trabados uno a uno, van constituyendo todo un tomo muy apetecible para que conozcamos una historia que, ya en sus comienzos, se muestra más que apasionante.¡¡SIGUE!!, porfa.
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